Cuando
las cosas se ponen difíciles, cuando suceden hechos inesperados,
cuando el devenir diario no nos convence, y la más absurda de las
realidades y porqué no también, la más cruel nos aplasta y los
sucesos acontecidos, se nos escapan de nuestras manos. Nos vienen a
nuestra memoria y a nuestra mente esas “supuestas” convicciones
que aletargamos y postergamos tan frecuentemente y con tanta
superficialidad volviéndose, casi de andar por casa y de la más
absoluta cotidianidad, vamos más...fluidas.
Entonces
aparecen esas ideas, esas creencias, esas consignas y esas máximas
que te impulsan como si de una fuerza sobrenatural se tratase, y
dejas de obviarlas con prisa y sin pausa.
Y
así, dejas al menos unos tiempos de centrarte en banalidades
superfluas que nos colman de demasiadas, innumerables e ingratas
prioridades que son las protagonistas de la vida, nuestra vida, que
no nos queda otra que vivir y dejamos de sobrevivirla.
Hay
cosas que no se pueden cambiar, es imposible hacerlo...
Hay
momentos que no pueden desaparecer...
No
podemos retroceder en el tiempo...
No
tenemos la capacidad de deshacer entuertos...
No
poseemos el privilegio de volver a vivir ni tan siquiera revivir, un
solo retazo de nuestro pensamiento...
Simplemente
como seres, se supone que, racionales, eso sí con miles de
irracionalidades, debemos de seguir, incluso hacia adelante aunque
nos cueste la propia vida y sea un camino cuesta arriba, demasiado
cuesta arriba.
Seguir,
ese es el ideal del camino, no perder esa maldita costumbre de tirar
del carro, de continuar incluso, para dar rodeos o no llegar a
ningún...sitio concreto.
Recorrer
una vida, una vida sin descuidar ese maravilloso y más nuestro,
preciado tiempo y apartar de un plumazo pensamientos fatuos,
deprimentes, negativos e intentar estar preparados, que nunca lo
estamos, para el simple y llano día a día; tan sólo para eso,
nuestro día a día.
Sin
miramientos, sin podredumbres, sin toxicidades...tan sólo dejar
hacer y dejar vivir.
La
vida es demasiado “jodida” como para complicarla, a veces hasta
para comprenderla...ya se encarga ella sola, de darnos sorpresas; a
veces, más de lo que, procede... y más de lo que debería con
sorpresas ingratas y de mal gusto...
Es
cuando aparecen esas “Personas”
inolvidables,
que son almas que en nuestro corazón se albergan, viven irrepetible
e indescriptiblemente ubicados en lugares privilegiados de nuestro
cuerpo, corazón y mente y nosotros sólo tenemos que permitir
que estén, que existan, que te amen, dejar que te quieran, disfrutar
con que te turben, que te mimen, que te idolatren...”savoir
faire”...
En
estos tiempos que corren, con sucesos estremecedores acontecidos, sin
explicación aparente alguna, sólo hechos sin ser ni querer ser;
debemos entregarnos al amparo de nuestros particulares...”HÉROES”,
de
carne y hueso, de nacencia y procedencia...uno mismo y no tener
miedo, no huir de anhelos...y escapar de melancolías y dejarse gozar
y que te gocen, ser el aliento y el alimento insaciable de y en
ellos... y esos seres maravillosos que te saben querer, que sus
miradas son y han sido la única en mirar de “esa manera” vivamos
con su presencia y no sólo con la esencia sino así tal cual...a
nuestra manera, la mejor de las maneras.
A
los héroes anónimos y con nombre y apellidos...
A
quienes te rescatan, te salvan, te auxilian y te amparan...
A
quienes viven por ti...
A
quienes viven en ti eternamente y no permiten que llores ni te
aflijas sino que te dan aliento antes del sufrimiento...
A
mis héroes, a mi héroe particular y especial que me vigila desde su
lugar privilegiado...
A
ese gran héroe que me hace reír a carcajadas y temblar con su
aliento embravecido...
A
quien me despierta por las mañanas cuando duermo y me produce la
mejor de mis sonrisas...
A
quien no permite que decaiga, que caiga o que me tropiece...
A
ese héroe, por ser MÍ...HÉROE...
Estrella Arroba Paredes© Todos los derechos reservados
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